sábado, 18 de febrero de 2017

Calcopirita, siderita y cuarzo de Bilbao

"Piezas con alma": Calcopirita, siderita y cuarzo, barrio de San Inazio, Bilbao


“¿Por qué guardas esa piedra, con lo fea que es y lo bonitas que son las otras?” Imagino que todos habréis escuchado  alguna vez esta pregunta en boca de familiares o amigos a los que estáis enseñando vuestra colección.

Por eso cuando Cris me propuso ayudarle más en el blog, ahora que los estudios de bachillerato aprietan, se me ocurrió realizar algunas entradas que dieran respuesta a la curiosidad de nuestros allegados.

Cuarzo, siderita, barrio de San Inazio, Bilbao
Cuarzo y siderita, barrio de San Inazio, Bilbao


Quienes coleccionamos minerales (aunque imagino que es un razonamiento válido para cualquier otro coleccionista) sabemos que no siempre las piezas más apreciadas son las más espectaculares, ni mucho menos las más caras. Para nosotros el valor viene dado por la historia que tienen detrás, una historia que solo nosotros conocemos.  Para que esos recuerdos no se pierdan hemos decidido mostrarlas en el Blog bajo el nombre de “Piezas con alma”.

Algunas son antiguas, otras recientes, pero todas tienen algo que hace que sean especiales.  El dueño de los recuerdos es quien debe narrarlos, así que entre Cris y yo iremos dando contenido a esta sección.

Para empezar, una calcopirita del barrio de San Inazio (Bilbao),  posiblemente el origen de nuestro pequeño mundo mineralógico.  Esta es su historia:

Si alguien me preguntara cuándo empezaron a gustarme los minerales, le diría que desde siempre, pero si tuviera que poner una fecha y un lugar, San Inazio, el barrio bilbaíno donde me crié, y finales de los 70, serían los elegidos.

Por aquel entonces, con 10 años más o menos, la vida en el barrio y sus alrededores era bastante diferente a la actualidad. Para empezar, el terreno que separaba nuestra casa del Colegio La Salle (Deusto) no estaba urbanizado, y era una sucesión de campas, huertas y demás por donde diariamente pasábamos en nuestro ir y venir a clase.

El solar que actualmente ocupa la plaza Landabaso, cerca del parque de Sarriko, era uno de nuestros lugares favoritos. Allí estaban “las montañas”, una zona de montículos entre los cuales la lluvia formaba charcas casi permanentes que, aunque parezca mentira, eran hogar de zapaburus, tritones, y todo tipo de bichos. Para unos tipos que habían pasado los recreos de guardería pescando a mano angulas en el barro de la ría del Nervión, a la altura de la curva de Elorrieta, aquellos charcos eran agua cristalina, por mucho que ahora mismo ninguno dejaríamos a nuestros hijos que se acercara a menos de 100 metros de allí.

Pues bien, uno de aquellos días, mientras  yo y mis amigos Xabi e Iñaki, subíamos y bajábamos las montañas, llenando de barro las botas, para desgracia del suelo del aula escolar y de nuestras madres, nos topamos con una piedra semienterrada, de sospechoso color dorado. Un par de patadas, un palo a modo de palanca, y zas!!, teníamos en nuestras manos la mayor pepita de oro del mundo mundial.

Calcopirita, barrio de San Inazio, Bilbao
Calcopirita, barrio de San Inazio, Bilbao

Descartada la idea de meterla en la mochila de los libros ( no por el barro, sino para que no se notara su presencia), optamos por esconderla concienzudamente, mientras la imaginación empezaba a dibujar en nuestras caras una sonrisa de oreja a oreja. A los pocos días dimos con otra roca similar, aunque de un tamaño mayor, y hundida en la tierra.

Como os podéis imaginar, ni el tamaño ni el terreno eran para nosotros obstáculos insalvables, así que al día siguiente, cada uno incorporamos un buen destornillador a nuestros estuches escolares. Ahora puede parecer cosa de delincuentes juveniles, pero en aquel entonces el "hinque" era un juego muy popular y no íbamos a levantar sospechas entre nuestros padres o amigos,  ni por supuesto nos iban a expulsar del colegio por llevarlo a clase.

Lamentablemente habíamos medido mal nuestras fuerzas y nuestra discreción, así que fuimos sorprendidos por mi padre en plena faena extractora cuando volvía del trabajo a casa. Ahí empezó a desmoronarse nuestro tesoro imaginario, pero se gestó mi afición por los minerales.

Tras contarle nuestras peripecias, y dado que mi padre era dueño de Carrocerías Ekin, un taller de coches en el cercano barrio de Deusto dio media vuelta al coche y se presentó al poco rato con una porra de 5 kilos y un cincel, convirtiendo con aparente facilidad nuestra roca irrompible en un montón de trocitos brillantes. Y en medio de aquella montaña metálica, un cristal, qué digo cristal, un diamante, ahí escondido vete a saber cómo y por quién en un agujero dentro de la roca.

Recogimos los trozos apresuradamente  y nos marchamos pensando en cómo convertir en lingotes aquellos brillantes trozos de roca, a buen seguro de incalculable valor. Como os podéis imaginar, alguien, no recuerdo quién, se encargó de chafar nuestras ilusiones infantiles, catalogando como calcopirita el mineral metálico y amarillento que habíamos encontrado, procedente del vertido de residuos de alguna obra o mina de Bilbao, no del propio barrio de San Inazio. El cristal, como os podéis imaginar, era un cuarzo hialino en una geoda de siderita, y  por si fuera poco,  las “montañas”  no eran sino los sucesivos montones de tierra que dejaron unos camiones al volcar ilegalmente su carga en un terreno abandonado. Qué dura es la niñez…

Cuarzo, siderita, barrio de San Inazio, Bilbao
Cuarzo, siderita, barrio de San Inazio, Bilbao

Luego la vida dio muchas vueltas, las piedras brillantes quedaron olvidadas casi 30 años en una vieja ánfora de barro y  las “montañas” fueron sepultadas por el asfalto y el hormigón.
Afortunadamente, hace unos pocos años, las viejas calcopiritas volvieron a recuperar su brillo, y con él mi afición por los minerales. 
Aquel pequeño cuarzo y alguna de aquellas calcopiritas ocuparon un lugar de honor en mis nuevas cajas, para extrañeza de los que no conocían esta historia.


Por eso, sin duda, éstas son piezas con alma, ya que aunque hoy mi padre ya no esté, y quedo con mis amigos menos de lo que me gustaría, cada vez que contemplo estas modestas piezas, les veo a ellos y recuerdo todo lo que vivimos juntos. ¡Papá, amigos, esta entrada va por vosotros!

2 comentarios :

  1. Preciosa historia que siendo más joven y, por ello, habiendo conocido un escenario algo diferente me trae muchos recuerdos similares.

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  2. Imagino que de una forma o de otra, cambiando el tiempo y el lugar, todos tenemos algo parecido en nuestros recuerdos. Ojalá los que viene detrás puedan disfrutar como nosotros lo hicimos. Al menos así no se pierden en el olvido. Un saludo. Jesús

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